La Comisión del Mercado de Valores de los Estados Unidos define el fraude por afinidad de la siguiente manera:
El fraude por afinidad se refiere a estafas de inversión que se dirigen a los miembros de un grupo demográfico específico, tales como las comunidades religiosas o étnicas, los ancianos o grupos profesionales. Los estafadores que promueven estafas por afinidad con frecuencia son, o fingen ser, miembros del grupo. A menudo convencen a respetados líderes de la comunidad o del grupo religioso que la inversión fraudulenta es legítima y que vale la pena, y así consiguen que éstos corran la voz de la inversión. Muchas veces, los líderes se convierten en víctimas involuntarias de las artimañas del estafador.
Con estas estafas se abusa de la confianza y amistad que existen en grupos de personas que tienen algo en común. Debido a la estructura hermética de muchos grupos, puede ser difícil para los reguladores o entes del orden detectar un fraude por afinidad. Las víctimas a menudo no notifican a las autoridades ni se valen de los recursos legales sino que tratan de resolver las cosas dentro del grupo. Esto es particularmente cierto cuando los estafadores han usado a respetados líderes religiosos o de la comunidad para convencer a otros de unirse a la inversión.
En el pasado, algunos miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, al igual que miembros de otras religiones y comunidades muy unidas, han sido víctimas de este tipo de fraude. Algunas veces los autores del crimen son sus correligionarios. A los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se les enseña a ser honestos en sus tratos con los demás, y a aquellos que sean culpables de llevar a cabo este tipo de estafas se les podría aplicar la más fuerte de las sanciones disciplinarias que impone la Iglesia, incluso la excomunión. Debido a que algunos individuos deshonestos han utilizado el fraude por afinidad para aprovecharse de miembros de su propio grupo religioso, los líderes de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días han advertido a los miembros de la Iglesia con claridad y con frecuencia que se cuiden de este tipo de estafas.
En febrero de 2008, la Primera Presidencia de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días envió una carta para leerse en todas las congregaciones mormonas de los Estados Unidos y Canadá, que decía:
Informes recibidos sobre astutos fraudes e inversiones imprudentes nos instan a aconsejar nuevamente a los miembros con respecto a la prudencia que se debe tener en la administración de sus asuntos financieros.
Nos preocupa que algunos miembros de la Iglesia hagan caso omiso de la reiterada instrucción de prepararse y vivir dentro de un presupuesto, de evitar las deudas de consumo y de ahorrar para las épocas de necesidad. También se debe considerar el hacer inversiones con prudencia usando instituciones responsables que tengan estabilidad financiera. Además, nos preocupa el que hay quienes hagan uso de las relaciones de confianza para promover inversiones y planes de negocios riesgosos o fraudulentos.
A pesar de que toda inversión implica un riesgo, ese riesgo se puede controlar si se siguen principios económicos sólidos y comprobados: primero, evitar las deudas innecesarias, en especial las deudas de consumo; segundo, antes de invertir, procurar el consejo de un asesor calificado y certificado; y tercero, ser prudente.
Exhortamos a los líderes a enseñar y a recalcar estos principios con regularidad.
Además, con el correr de los años, los líderes de la Iglesia en otros entornos, incluso en las congregaciones locales, han advertido continuamente a los miembros de la Iglesia sobre los peligros de las inversiones de alto riesgo y del fraude. Los siguientes son algunos ejemplos de las declaraciones que, en el pasado, los líderes de la Iglesia han dado sobre el tema:
Joseph B. Wirthlin, “Deudas terrenales y deudas celestiales”, Liahona, mayo de 2004, pág. 42
De vez en cuando, nos enteramos de casos de avaricia y egoísmo que nos causan mucho pesar. Nos enteramos de fraudes, de gente que no paga los préstamos recibidos, de engaños financieros y de bancarrotas …Somos personas íntegras. Creemos en cumplir con nuestras deudas y en ser honrados en nuestros tratos con el prójimo.
Joseph B. Wirthlin, “Integridad”,Liahona, julio de 1990, pág. 38
Tras haber recibido el Espíritu de Cristo para discernir entre el bien y el mal, debemos elegir siempre lo bueno. No tenemos por qué dejarnos desviar, a pesar de que el fraude, la estafa, el engaño y la hipocresía muchas veces parecen aceptables en el mundo. Es común mentir, robar y hacer trampas. En la vida de un verdadero Santo de los Últimos Días es esencial la integridad, o sea, una firme adhesión a las más altas normas éticas y morales.
Véase M. Russell Ballard, “El equilibrio en las exigencias de la vida”, Liahona, julio de 1987, pág. 13
“No hay ningún atajo que pueda llevarnos a la seguridad económica. No confíen su dinero a otras personas sin haber hecho una cuidadosa investigación sobre la inversión que les proponen. Son muchos los que han perdido demasiado dinero por confiar sus bienes a otros. En mi opinión, jamás lograremos el equilibrio en nuestra vida a menos que controlemos firmemente nuestras finanzas”.
Dallin H. Oaks, “Brother’s Keeper”, Ensign, noviembre de 1986, pág. 20
“El fraude es el pariente de cuello blanco del robo porque se generan ganancias mintiendo acerca de un dato esencial de una transacción. Promotores intrigantes, locuaces y de modos halagadores engañan a sus vecinos y los convencen de que hagan inversiones que los promotores saben que son más especulativas de lo que se atreven a revelar. El fraude es un delito difícil de comprobar y por tanto difícil de castigar. Sin embargo, la deficiencia de las leyes del hombre no justifica la transgresión de las leyes de Dios. Aunque su forma de robar puede ser inmune al castigo terrenal, los ladrones sofisticados de camisa blanca y corbata finalmente serán identificados y castigados”.
Véase Marvin J. Ashton, “Yo, el Señor, estoy con vosotros”, Liahona, julio de 1986, pág. 61
Los profetas de nuestros días nos han rogado claramente que huyamos de los ardides para adquirir “riqueza instantánea” si queremos evitar las aflicciones de la esclavitud económica. Tal vez no hayamos dicho lo suficiente sobre el hecho de que muchos de nosotros, en nuestros sueños de grandeza, plantamos las semillas del desastre económico. Y más tarde, cuando ya hemos perdido mucho, culpamos a los que participaron con nosotros. Es difícil tener buen ánimo cuando el autoengaño nos acompaña. Cuando nos exponemos voluntariamente a las borrascas del fraude y la estafa, el encontrarnos en déficit no debe sorprendernos. A través de los años he oído a muchos que han sufrido grandes pérdidas de dinero lamentarse con desesperación: “He sido engañado”. Muchas veces el corazón, la mente y el Espíritu me han impulsado a decir: “Sí, engañado por ti mismo”. Todos necesitamos que se nos aliente a levantar la cabeza y mirar hacia dónde nos llevan nuestros pensamientos y nuestro inexpresado orden de prioridades. El autoengaño nos permite culpar a los demás de nuestros fracasos.
Véase James E. Faust, “La integridad: Madre de muchas virtudes”, Liahona, julio de 1982, pág. 100
Los frutos de la laboriosidad y el ahorro bien podrían invertirse adecuadamente en inversiones sólidas. Una buena inversión puede equivaler a muchos años de trabajo, y hay cierto riesgo en todo lo que hacemos. Pero se debe tener cuidado de las inversiones sumamente especulativas y que son promocionadas con promesas vagas y poco sólidas de grandes ganancias. Los líderes de la Iglesia siempre nos han prevenido contra la especulación. Brigham Young dijo: “Si algo me ha revelado el Señor, es que los élderes de Israel deben dejar a un lado la especulación y cumplir con los deberes de su llamamiento”.
En nuestros días, el presidente Nathan Eldon Tanner dijo: “Las deudas por inversiones deben tener garantía, de tal manera que no pongan en peligro la seguridad económica de la familia. No inviertan en operaciones especulativas. Esa forma de inversión puede convertirse en un vicio. Muchas son las fortunas que han desaparecido por causa del apetito incontrolable de acumular cada vez más riquezas. Aprendamos de los errores del pasado y evitemos esclavizar nuestro tiempo, energía y salud en general a un apetito voraz por adquirir más bienes materiales”.
Marvin J. Ashton, “This Is No Harm”, Ensign, mayo de 1982, pág. 9
Una mentira puede ser comunicada eficazmente sin que haya palabras de por medio. Hay veces que un movimiento de la cabeza o un silencio puede engañar. Recomendar una inversión en un negocio dudoso, anotar una cifra falsa en un libro de contabilidad, adular con engaño o no revelar todos los hechos pertinentes a un caso constituyen varias formas más de comunicar una mentira.
Eviten a las personas que exigen decisiones inmediatas o dinero en efectivo al momento. Todas las oportunidades de inversión que realmente valen la pena aguantan la deliberación y el buen juicio. Es imperioso que tengamos conocimiento de todos los hechos y que consideremos detenidamente todos los antecedentes antes de adoptar decisiones que sean para el bienestar de todos. Cuando enfrentemos casos y situaciones dudosos, la integridad personal debe constituir un elemento importante en cualquier decisión que se tome. Cuando no tengamos muy en claro el curso de acción correcto, la honradez personal nos guiará a discernir y a revelar hechos o datos relevantes de los cuales otras personas tal vez no se percaten. Una persona que posea integridad ayudará a otras a ser honestas. Una persona de integridad formulará preguntas y dará respuestas precisas. La integridad nos permite trazarnos un curso de conducta recta mucho antes de que llegue el momento de actuar.
Una persona sabia jamás caerá en la trampa de los inescrupulosos por causa de un falso orgullo. A menudo las personas son estafadas porque su falso orgullo les impide hacer preguntas o buscar información adicional. Por miedo a pasar vergüenza o a ser catalogado de ignorante, el posible cliente a menudo afirma haber entendido algo cuando en realidad no tiene ni idea de lo que le explicó el vendedor con mucha labia. “¿Qué quiere decir eso?”, “¿Cuáles son los riesgos?”, “¿Cuáles son los peligros?”, “¿Cuáles son los antecedentes de la compañía?”, “¿Qué clase de referencias tiene usted?”, son preguntas dignas de formularse. Cuando las personas que promueven inversiones usan palabras que parecen sencillas pero que en realidad tienen significados complicados o ambiguos, conviene que el cliente se ponga en guardia.
Si no se puede tomar una decisión prudente en base a nuestra propia experiencia, debemos buscar el asesoramiento de personas calificadas en el asunto y en quienes podamos confiar. Cualquier ofrecimiento que no pueda esperar ni tolerar un estudio minucioso no merece nuestra inversión.
“Protecting Family Finances by Avoiding Fraud”, Ensign, junio de 2008
(Véase el artículo completo en el vínculo de arriba).
Las advertencias anteriores dadas por líderes de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días han enviado un mensaje claro a los miembros de que la amenaza de fraude por afinidad es real. Esta advertencia, dada por líderes de la Iglesia a nivel mundial, se repite y se reitera con frecuencia a nivel local, tanto en la enseñanza de la congregación como en el consejo dado a las personas y a las familias por líderes laicos locales.